Esta es la historia de un genocidio involuntario, de un descuido con motivos escritos entre lineas, de absurdas paradojas; es el cuento, e historia real, del delicioso absurdo.
Hoy en día, las producciones ecológicas están de moda y las deliciosas verduras o frutas ecológicas se venden en los mercados con etiquetas de certificación europeas que avalan su sostenibilidad. La sociedad se complace con lo que compra, ya que no daña al medio ambiente ni a nuestra salud. Pero a veces, no todo es color de rosa.
Muchos de estos productos, para que el agricultor los pueda vender, tienen que pasar por unos estándares de belleza marcados por las cadenas de comercialización, es decir, que si una judía no es perféctamente recta o una fresa es de un tamaño o forma, no puede venderse. El agricultor se encuentra con un excedente que no puede vender y no tiene tiempo de darles salida, el resultado es que tiene que tirarlo o regalarlo.
Esta es la razón por la que tenemos tantas fresas y judías en casa y es que una amiga de mi madre, Margarita, se las regala. están deliciosas y la verdad es que no entiendo cómo no puede venderlo ¡si está perfecto!
Un día, mi madre caminando con una amiga, pasando al lado de la granja de Margarita, descubrieron dos carretillas de fresas y judías tiradas junto con la hojarasca y los desperdicios de la huerta. Todo ello en perfecto estado y listo para poder consumirse. El único pecado de estas verduras fue, no ser perfectas. La realidad era que Margarita no tenía suficientes amigas como para regalar todo lo que no podía vender, así que lo tenían que tirar..
Mi madre habló con Margarita y le propuso llamar a la cocina económica y que fueran a por ello para que no se tirara comida y otra gente pudiera aprovechar ese "desperdicio". Margarita encantada llamó a la cocina económica y ahora las judías y las fresas ya son salvadas del genocidio.
Moraleja: antes de tirar la comida, seguro que hay otras opciones.
Para mí este caso tiene tres reflexiones curiosas:
- La naturaleza no es perfecta y las frutas y verduras no tienen que ser de postal para ser buenas. Tratar que las producciones ecológicas, que buscan precisamente acercarse a lo natural, sean perfectas, es un acto de idiotez.
- Si una pequeña producción tiene que tirar dos carretillas llenas de fresas y judías ¿cuánto tiran las grandes producciones?
- Ahora mismo los productos ecológicos de Margarita se venden, por ejemplo, a 3 €/kg y lo paga gente que puede permitírselo. En la cocina económica hay gente sin recursos que está comiendo GRATIS la comida que no se puede comer en las esferas de lo perfecto, teniendo la misma calidad. Creo que estamos ante una paradoja absurda e inmoral y que hay que ser más críticos con las cadenas de distribución que son las que marcan esos estándares de belleza y hacen creer al gran público que los producctos de la huerta tienen que ser perfectos.
Esta historia termina con un final feliz, pero todos podemos hacer algo si vemos que se tira comida.
Jorge Astorquia
Agosto de 2012
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