Elemental, querido.

Bueno, pues nada, la vida parece que se entretiene a veces en los episodios que más le gustaron.  En este caso, parece que el fenómeno del asesinato es uno de los minutos de máxima audiencia de la semana.  El guionista quiso que volviéramos a plantear a los espectadores el mismo escenario, la misma intriga, los mismos personajes y el mismo modus operandi del asesino: sin motivo.  El placer de matar .  El problema es que uno de los personajes principales dijo "hasta aquí hemos llegado" y no seguirá investigando ni el crimen ni el criminal.  Parece que el "malo" a veces gana y cuando esto sucede, la sorpresa inunda la sala de butacas y aunque el espectador se sabe partícipe de un hecho muy real y crudo, como la vida misma, se queda con el sabor de un filete mal cocinado justo cuando llegaba al punto de sangre.

Maravilloso, maravilloso final, repleto de encajes desencajados.  Esta vez el asesino tuvo el detalle de no dejar pistas aunque se sabe que disparó con silenciador y dicen que desde la azotea de ese piso de cuatro alturas para no ser visto, puesto que en otros intentos, hizo demasiado ruido. Nadie diría que el asesino y el asesinado se conocían y más bien se podría deducir que fue un sicario bien pagado el que ejecutó el deseo de un adinerado desconocido.

¿Asuntos de faldas? ¿Ajuste de cuentas? ¿o el propio placer de seguir y seguir saboreando esa sensación?  Nunca lo sabremos, pero vende.

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