"Creo que no hay palabras para esta convivencia. Todos los nativos son muy amables y se respira una paz que se mece al son del aleteo de los murciélagos, las palmeras y la brisa de la mañana.
Labundo es un buen sitio para estar y creo que sólo puedo quedarme pensando y recordando el cielo tan despejado que teníamos ayer. La luz de la vela mientras desayunábamos y la sonrisa de la señora de la casa cuando nos íbamos. Todo da un buen respiro a los nervios de hace unos días.
[...]Se enderezó y se quedó mirándome, era un Tarsier. Casi nueva para la ciencia esta pequeña manifestación de la magia del bosque y yo tuvimos la ocasión de mirarnos a los ojos durante unos minutos. No emití un solo ruido, ni intenté sacar la cámara para evitar asustarle. A un metro de mi, tuve la magestuosidad de las pequeñas cosas. Nadie más en el grupo lo vio [...] sólo mi pequeño amigo y yo tuvimos la suerte de compartir esa intimidad.
[...] Empiezo a darme cuenta de que el Alquimista debe cerrarse y estar unos meses en la estantería. Por cierto, hoy Ira, me ha preguntado si había leído el libro. Parece que el poder de ese libro inunda este viaje que peligrosamente me está resultando normal, cuando es evidente que es una pasada.
Creo que la razón de que me resulte normal todo esto es que me he habituado al sonido de la selva, a ver las estrellas con una claridad que nunca había tenido y al susurro del agua en la jungla. Creo que me he acostumbrado al crujir de las pinzas de los cangrejos violinistas, al bote de los saltarines del fango y al aleteo de los Calaos.
No quiero, no quiero acostumbrarme a esto, ni a la luna entre las palmeras, ni al olor de la jungla y mientras sigan cantando los murciélagos y los tarsiers, mientras note el agua de la cascada sobre mi, aunque sea un recuerdo, nunca tendré esto como un sitio normal."
"Que lo sobrenatural de los bosques y la sabiduría de los árboles alienten tus sueños"
Jorge Astorquia,
21 de Agosto de 2005,
Labundo-Bundo, Indonesia
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