Un día caminamos por una senda, en medio del bosque y nos encontramos con una encrucijada. ¿Cara o cruz?
A lo largo de nuestro caminar por esta senda, lanzamos más de mil veces la moneda pero ¿cuál es el motor del caminar? creo que debemos preguntarnos el porqué de seguir adelante saliéndonos de la cadena de montaje industrial de la sociedad contemporanea en la que un individuo debe seguir su ilusión, su descubrimiento personal y su instinto sólamente hasta que tiene que dejar de jugar.
Creo que hay un defecto de fondo que consiste en creer que una persona debe ilusionarse hasta que ya es suficientemente mayor como para dejar de soñar y empezar a tomar decisiones serias.
Un momento ¡retrocedamos para interiorizar esta sentencia! ¿Acaso el vivir la vida como un adulto consiste en eliminar la ilusión que nos sirvió de motor? ¿esta gasolina ya no funciona? Entiendo que la mayoría de los lectores de estas letras estarán experimentando un rechazo ante el planteamiento de vivir la vida según la ilusión porque la asocian al desenfado sistemático, despreocupación, livertinaje, vagancia y falta de compromiso. AQUÍ RADICA EL MEOLLO del asunto.
La ilusión, la alegría y el pensamiento positivo no son enemigos de la eficacia, eficiencia, rectitud, seriedad y saber hacer; de la virtud y del pensamiento reflexivo (y todos los calificativos que se puedan referir a una vida "ordenada"). Es más, me atrevo a decir que son fuentes de sustento de esas virtudes de las que estamos tan enardecidamente orgullosos.
Estoy cansado de escuchar lo que se les dice a los estudiantes de bachillerato, corroídos por el nerviosismo, por la decisión implacable de seleccionar una carrera. Se les pone en una tesitura paradógica:
- "Tenéis que elegir una carrera que os apasione porque así seréis buenos en vuestro trabajo y podréis progresar en vuestra vida después. Podréis disfrutar del trabajo y tener más felicidad".
- "Tenéis que elegir la universidad según las salidas que haya en el mercado, porque así conseguiréis trabajo fácilmente y podréis progresar en vuestro futuro profesional".
Yo me decanto por la primera sentencia y olvidarse de la exclavitud práctica de nuestras ilusiones. Creo que debemos dejarnos guiar por los motores internos que nos impulsan a ser mejores, insólitos, capaces de derribar muros. LA ILUSIÓN, LOS SUEÑOS PERSONALES. No lo veo reñido con la madurez y la toma de decisiones racionales ya que la ilusión, en un pensamiento maduro, creo debe sustentarse en analizar hacia dónde nos mueven los impulsos nacidos de los sueños, entender de dónde vienen y sobre todo POR QUÉ los tenemos (Autoobservación y meditación activa).
El pensamiento positivo debe hacer a la persona consciente de su sitio en el mundo y las responsabilidades venidas de sus actos. Al decidir un camino, es necesario valorar la fuerza que tenemos para llevarlo a cabo porque, como nos pasa a todos, encontraremos barro en algún momento y no debe importarte meter el pie hasta las rodillas.
Esa fuerza de voluntad abrazada por el pensamiento positivo, nos llevará a seguir los caminos que creemos son los que nos llenarán de entusiasmo. Cada uno debe decidir hasta dónde está dispuesto a jugar en el tablero de la vida, qué riesgos deberá correr y por qué. Para mi, la premisa fundamental a seguir es no encaminarnos en empresas que no nos ilusionen. Esto está aparentemente reñido con el afrontar la adversidad y en apechugar con los problemas; en definitiva con hacer sacrificios. Bajo mi punto de vista es una cuestión de voluntad y de cambio de perspectiva. Está claro que las adversidades llegarán y deberemos tomar ciertas decisiones que para nada nos llevan por caminos aparentemente positivos para nosotros; la clave radica en la actitud.
La actitud es la que nos llevará a saborear los acontecimientos de una manera o de otra. La adversidad puede verse como una oportunidad para aprender de uno mismo o como una desgracia bíblica, insuperable o intratable. Es en este punto donde la autoobservación juega un papel muy importante ya que nos ayuda a encontrar el porqué de nuestras actitudes, los desencadenantes. La adversidad nos puede llevar a la búsqueda de soluciones, al reto, a la prueba, a superar barreras que antes no habríamos saltado de no ser empujados por el azote del peligro inminente. El pensamiento positivo en estos casos nos lleva a lanzarnos, a arriesgarnos a decidir, a probar si nuestra ilusión es sólida o era un antojo circunstancial.
Tanto en situaciones positivas como adversas, la actitud nos dejará disfrutar de un amanecer o a saborear la presencia de un amigo. El AHORA es lo más importante para disfrutar del momento. No reprocharte el pasado y explorar el presente, disfrutarlo a niveles auténticos, sin pensar en situaciones que no se están llevando a cabo ahora.
Creo que siguiendo el motor del pensamiento positivo, de buscar las cosas enriquecedoras de cada instante, tanto los buenos como de los malos, podremos llamar a la puerta a la suerte, brindar con una actitud positiva y constructiva. El negativismo, la queja, sólo llevan a actitudes negativas que no construyen soluciones activas y frenan la energía interior para progresar.
Cuando nos suceden acontecimientos positivos, siempre lo achacamos a la suerte, sin obervar con qué actitud hemos afrontado las situaciones. Cada persona tiene sus ilusiones, y si lucha por ellas, seguramente encontrará caminos que creía increíbles, que resultarán ser desastrosos. Pero el caminar con la ilusión, ayudará a que al llegar a la fatalidad, nazcan nuevas ilusiones y convicciones que nos llevarán a nuevos caminos, despertando una fuerza que generará respuestas mucho más positivas de las que nos imaginamos. El cerco de la suerte, el lenguaje oculto del azar, responde con oportunidades ocultas. Sí, tienes suerte, pero tú la has alimentado, tú has decidido tu suerte.
La suerte escucha las actitudes positivas y la lucha por los sueños con ardor. El lenguaje de la suerte nace de la actitud y lo que nos tiene reservado, depende de nosotros.
Jorge Astorquia
16 de Enero de 2012
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